El proyecto político-cultural de Mariátegui


En el 2003 Fernanda Beigel publicó El itinerario y la brújula. El vanguardismo político de José Carlos Mariátegui. Allí abrió una problemática que, de alguna manera, continúa el recién editado La epopeya de una generación y una revista. Las redes editoriales de José Carlos Mariátegui en América Latina (Buenos Aires, Biblos, 2007, 304 páginas).

El libro en cuestión es el resultado de una dura investigación que suma, además de las becas del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET), viajes a Perú e Italia para intercambiar información y opiniones con algunos de los principales estudiosos de la obra del intelectual peruano, conversaciones con los hijos de Mariátegui (Javier Mariátegui Chiappe firma la elogiosa contratapa del tomo), el minucioso rastreo por colecciones de revistas y bibliotecas de América y Europa para rescatar material virtualmente inhallable y un relevamiento de todo lo que sobre Mariátegui se ha escrito desde el momento mismo de su muerte, allá por 1930.



En el trazado de ese “estado de la cuestión” de la bibliografía sobre Mariátegui, Beigel describe una serie de etapas que van desde los iniciales tironeos por parte de los comunistas americanos que intentaban compatibilizar al editor de Amauta con los dichos de José Stalin y los partidarios del APRA que le buscaban un eco más populista, pasando por el redescubrimiento impulsado por la “nueva izquierda” que emerge a partir de la Revolución Cubana con el intento de reescribir la política cultural del marxismo continental en su peculiaridad, y que casi coincide con la primera edición de las obras completas de Mariátegui; hasta llegar a la caída del muro, la disolución de la URSS y, en consecuencia, la licuación de aquellos lastres ideológicos que impedían leer la obra marateguiana en su totalidad y complejidad; de acuerdo con la autora esa etapa de mayor riqueza y soltura creativa es aquella que está en pleno y fértil desarrollo.

A lo largo de trescientas páginas Beigel sigue los vaivenes de Mariátegui desde su participación en la revista Nuestra Época (1918) hasta su fallecimiento, a través de la constitución de un proyecto político-cultural que empuja al peruano a convertirse en el fundador de cuatro revistas y un periódico, la creación de un partido político y dos editoriales, y la publicación de una cantidad de artículos y ensayos culturales y políticos que buscaron insistentemente entender el mundo y el lugar que América del Sur ocupa en él con vistas a su transformación social. El carozo del análisis de Beigel se resume en su caracterización de la ambición de Mariátegui en los términos editorialismo programático, sustantivo y adjetivo que el libro intenta desplegar en todas sus dimensiones.

Después de una introducción metodológica, los diversos capítulos de la obra dan cuenta de los primeros emprendimientos periodísticos de Mariátegui, Nuestra Época, España y el periódico La Razón; de su aprendizaje europeo y su contacto con la escisión del Partido Socialista de Italia, el surgimiento de L'Ordine Nuovo y las iniciativas periodísticas de los marxistas italianos; su contacto con las universidades populares “González Prada”, el clima de la Reforma Universitaria y el espíritu de una nueva generación intelectual peruana, los cruces polémicos entre la vanguardia estética y la vanguardia política, los proyectos Vanguardia y la editorial Minerva; Amauta, revista y editorial; Labor y el Partido Socialista Peruano, la red editorial nacional e internacional, las relaciones con Monde y Henri Barbusse. En fin, una trayectoria rica y compleja que de alguna manera queda sintetizada, también en cuanto a sus objetivos, según puede estimarse en el apéndice que brinda la nómina de publicaciones, agencias nacionales e internacionales, intelectuales y revistas que estuvieron vinculadas a la red editorial mariateguiana.

Se trata, en consecuencia, de un libro por demás necesario para todos aquellos que busquen profundizar su conocimiento sobre la vida, la obra y la comprensión del proyecto cultural y político que alentó Mariátegui infatigablemente.


Algunas observaciones para cerrar:

1)- Un libro, y sobre todo un libro como éste, sobre una figura como José Carlos Mariátegui de la cual es dable conjeturar el interés que despierta sobre diversos tipos de lectores, no puede cerrarse en un ejercicio académico, su jerga “técnica” (colocamos el problemático término con toda intencionalidad) y los requerimientos formales de la universidad. El resultado, en ese sentido, es de lamentar. Lo que podría haber sido una lectura interesante, amena, polémica, cargada de información y desafíos se estira en innecesarias referencias, citas, etc. que cortan la lectura, molestan, interrumpen, fastidian y, esto es lo peor, no agregan nada sustancial, sólo la sensación de que el libro podría tener cien páginas menos sin que nada cambiara realmente.

2)- En relación con la observación anterior debe sumarse en ese mismo sentido la infinidad de agradecimientos, las elogiosas referencias a autores e instituciones, etc., etc. Producida la suma queda en evidencia un mal que suele habitar como un virus este tipo de investigaciones. ¿Quién es el destinatario de lo que se escribe? La academia, la palmada en la espalda de los “pares” prestigiosos. Por más que se diga en introducciones y reportajes que se escribe para intervenir en los debates de la izquierda latinoamericana, que lo que se busca es la difusión de las ideas de Mariátegui hacia quienes menos las conocen, etc., etc., todo eso es mentira: lo único que interesa es el juicio académico. La “obediencia debida” universitaria. Constatación que, en este caso como en otros, produce tristeza y pena.

3)- En la introducción y algunos pasajes del libro Beigel se refiere a que los estudios sobre las vanguardias artísticas han cometido, por lo general, el pecado del etnocentrismo; habrían caído en el esquematismo de resumir en unas pocas coordenadas -las que emergen del análisis de los casos europeos- el complejo universo de las vanguardioas estéticas. Desde nuestro punto de vista se trata de un error de porte. Ninguno de los estudios importantes que se han realizado desde hace décadas, desde Octavio Paz hasta los antropófagos brasileños y los martinfierristas porteños, han dejado de subrayar una y otra vez particularidades de cada caso. No hay nada nuevo bajo el sol en tal sentido. Pero el aserto de Beigel tampoco es cierto para los mejores estudiosos europeos del fenómeno vanguardista, de Raymond Williams a Julia Kristeva, Marshall Bermann, Peter Burger o el mismísimo Georg Lúkacs; todos ellos han remarcado una y otra vez que términos como “modernismo” o “vanguardia” son una suerte de comodines que desaparecen ni bien el análisis se centra en algún caso (surrealismo, dadaísmo, futurismo ruso, etc.), arrollados por la heterogeneidad y las particulares de épocas, países, tradiciones y diversos tipos de función. Hace mucho tiempo ya que los investigadores mínimamente serios han saltado del barco de la fácil generalización.

Beigel discute con sus propios fantasmas, o con las definiciones de “vanguardia” de los diccionarios escolares. En consecuencia, se puede sospechar que, allí quizás encuentra la autora también la inspiración mariateguiana, se trata de un operación para alimentar una cierta “comprensión de la peculiaridad latinoamericana”, tarea para la cual los europeos estarían inhibidos. Convengamos que la jugada es de patas bien cortas y que, nobleza obliga, los estudiosos europeos, salvo algunos chambones españoles, nunca han afirmado que sus conclusiones sobre las vanguardias incluían los fenómenos propios de América Latina u otras latitudes, que casi siempre desconocen.

4)- Cerramos, corto porque la tela es larga, en consonancia también con lo apuntado en el ítem anterior, con la cuestión del “marxismo latinomericano” del que Mariátegui, según Beigel, habría sido uno de los fundadores. Se trata de una calificación bien opaca que nunca se sabe bien a qué refiere. ¿Se trata verdaderamente de una “realaboración” o “revisión” (perdón por la palabra) teórica profunda, que resignifica a Karl Marx, Frederich Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo y León Trotsky; o simplemente se pretende decir que los problemas económicos, políticos y, en particular, sociales americanos (indígenas y campesinos) obligan a extensiones y consideraciones particulares? Si quiere decir lo primero, pues Beigel ni siquiera se extiende al respecto; si quiere decir lo segundo, no se trata más que una afirmación de sentido común y que no resiste mucha inspección, es tan tonto como del hecho de que los marxistas rusos, los italianos, los alemanes, los iraquíes, etc. deben afrontar en su práctica política cotidiana problemas “particulares” de cada uno de sus países, derivar que existe un marxismo ruso, otro italiano, etc., etc.

En este punto -otra sospecha- Beigel parece alinearse en relación con posiciones que pueden presuponerse pero que en su muy interesante libro no están dichas.

Comentarios