Historia de las batallas entre "la media luna" y La Paz

La violenta y prolongada historia de rebeliones de la "Bolivia rica"

Pablo Stefanoni
Clarín


"Vio? Esta es otra Bolivia, acá no vivimos del Estado, trabajamos y producimos", dice la encargada de un café "tipo argentino" en la avenida Monseñor Rivero de Santa Cruz de la Sierra. Y el propio gobernador Rubén Costas levantó polvareda cuando, días atrás, habló del nacimiento de una "segunda república" a partir de mañana, cuando se apruebe por referéndum el estatuto autonómico. Aunque sus colaboradores aclararon que esa segunda república hace referencia a toda Bolivia, la confusión muestra las susceptibilidades acerca del supuesto secesionismo de esta región del oriente boliviano, que hoy sólo Santa Cruz produce el 35% del PBI boliviano (todos los estados de la "media luna" explican 65% del producto nacional) pero hasta los años 50 era percibida desde La Paz como el oriente salvaje.



Y la historia viene de lejos. Uno de los pioneros de las revueltas contra el abandono del gobierno central manejado por la "rosca minera" fue Andrés Ibáñez, quien en 1877 encabezó un levantamiento federalista. Con una particularidad: era un proyecto inspirado en las nuevas ideas socialistas que venían de Europa. El gobierno central alarmado por el federalismo envió una expedición para captu rarlo, y las élites locales, espantadas por el proyecto de los "igualitarios" -al que comparaban con la Comuna de París- no lo apoyaron. Ibáñez acabó frente a un pelotón de fusilamiento.

Más tarde, en los años 30 del siglo XX, los debates entre independentistas e integracionistas volvieron a colocar a Santa Cruz en el banquillo de los acusados de querer separarse de Bolivia. Hoy, el independentismo es sostenido solamente por el pequeño grupo Nación Camba, que considera a los cruceños una nación sin Estado.

"Históricamente se combinaron los reclamos de integración física a Bolivia (ferrocarriles, carreteras, etc.) y de autogobierno local. Estos últimos se reavivaron en momentos en que desde el gobierno central se intentó algún tipo de política redistributiva", explica el historiador Hernán Pruden. Así, durante la revolución de 1952, fueron activas las huestes de Falange Socialista, que hoy siguen pintando las paredes como recuerdo de esos "tiempos gloriosos" con consignas contra Evo Morales.

Actualmente, pese a ser la región más dinámica de Bolivia, el discursos sobre el abandono del Estado sigue siendo un arma efectiva en la construcción de la identidad cruceña. "Se construyó el espejismo del occidente boliviano caótico -desde donde los collas vendrían a avasallar a Santa Cruz- y del oriente emprendedor, trabajador y productivo", dice la investigadora cruceña Claudia Peña. El ex presidente Carlos Mesa, que llamó a la dirigencia cruceña, "élite provinciana", sufrió las primeras medidas de fuerza que continuaron contra el gobierno de Evo Morales, percibido como líder de una "revancha étnica".

En el referéndum del 2 de julio de 2006 el SI a la autonomía obtuvo un respaldo de 72% en Santa Cruz, y resultados similares en los departamentos de la "media luna" integrada por Tarija, Beni y Pando. El mismo guarismo que, según las encuestas, obtendría hoy la aprobación de los estatutos de autonomía en un plebiscito considerado "una encuesta cara" por el gobierno central. Sólo la falta de fiscales por el NO, porque los movimientos sociales afines a Evo Morales llaman a la abstención, puede opacar parcialmente el esperado aluvión autonomista.

"La oligarquía perdió el poder nacional y se refugia en las regiones", es la explicación del presidente boliviano. Y confirma esa afirmación con el artículo del estatuto que otorga al futuro gobernador competencia para manejar la política de titulación de tierras sin posibilidad de revisión por el gobierno central. Ayer, el presidente del Comité Cívico, Branko Marinkovic, denunció en la CNN los intentos de "cubanizar Bolivia" luego de los decretos de nacionalización de empresas petroleras y la principal telefónica del país firmados el jueves por el presidente boliviano. Y, por si quedaban dudas, todos repetían la consigna: "Nada ni nadie nos parará", en referencia a las denuncias de ilegalidad de la consulta lanzadas por el gobierno nacional.

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