Karl Marx: interpretar el mundo para cambiarlo


Matthew Cookson
Socialist Worker
Traducido por Àngel Ferrero

La crisis financiera ha alcanzado unos niveles que hasta Rowan Williams, el arzobispo de Canterbury, ha dicho que la crítica del “capitalismo desembridado” de Karl Marx es correcta.

Marx fue un socialista revolucionario del siglo XIX que analizó las dinámicas del capitalismo. Además de ser un gran pensador, Marx fue también un activista: un revolucionario que luchó para derrocar el capitalismo y reemplazarlo por una sociedad socialista.

Marx nació en 1818 en el seno de una familia judía acomodada de Renania en Alemania. El dictatorial estado prusiano gobernaba la zona. Marx se sintió atraído desde muy joven por las ideas radicales, particularmente por las del filósofo alemán Friedrich Hegel. Marx recaló en un grupo llamado “los jóvenes hegelianos” en la Universidad de Bonn. Tras licenciarse, se convirtió en el editor del la Gaceta Renana [Rheinische Zeitung] en 1842, financiado por industriales que se oponían al estado prusiano. Incluso cuando Marx aceptó la censura en 1843, el estado clausuró el periódico.

Marx se trasladó a París para evitar la censura. Allí entró por primera vez en contacto con los grupos comunistas y con el movimiento obrero organizado, lo que tuvo un enorme efecto, radicalizando aún más sus ideas. También encontró a otro joven alemán, Frederick Engels, que habría de convertirse para el resto de su vida en su colaborador y principal apoyo.

Engels trabajaba para la empresa industrial familiar en Manchester y había conocido de primera mano el nuevo capitalismo industrial, la pobreza y la explotación de los obreros y su lucha por conseguir nuevos derechos: sobre todo a través del movimiento cartista.

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Marx y Engels se propusieron desarrollar sus teorías y crear una organización que facilitase la preparación de la revolución. La primera colaboración entre ellos, La ideología alemana, enfatizó la nueva perspectiva materialista, es decir, que eran las condiciones de vida las que determinaban las ideas, y no al contrario, como creían los jóvenes hegelianos.


En 1846 Marx, exiliado en Bruselas, y Engels crearon el Comité de Correspondencia Comunista como enlace de grupos que podrían ayudar a ganar la clase obrera para la causa del comunismo. Se crearon nuevas delegaciones de estos comités en toda Europa. Tras la petición de Marx y de Engels, los comités celebraron reuniones con regularidad, debatiendo los cuestiones clave del día. La primera reunión internacional de la recién bautizada Liga Comunista se celebró en Londres en junio de 1847, en la que Engels estuvo presente. La Liga encargó a Marx y a Engels la redacción de un manifiesto para la organización que habría de ser entegrado para su segundo congreso, en noviembre de ese mismo año.

El manifiesto comunista, escrito principalmente por Marx, apareció en febrero de 1848. El capitalismo era todavía un sistema joven, y limitado a algunas zonas del mundo. Pero su análisis cobra una importancia increíble a día de hoy. La burguesía, los capitalistas, y su nuevo sistema productivo, estaban cambiando el mundo entero. Marx y Engels escribieron que “espoleada por la necesidad de dar mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes.” Pero el capitalismo también creó una clase obrera, que se concentraba en los centros industriales del nuevo sistema. Esta clase estaba interesada en derrocar el capitalismo y fundar una sociedad nueva, comunista -y tenía el poder para hacerlo.

El manifiesto comunista apareció mientras las llamas de la revolución se extendían por toda Europa. Un levantamiento en Francia forzó al rey a abdicar el mes de febrero de 1848. Le siguieron revueltas en Alemania, Austria, Hungaria, Suiza, Polonia y Rumanía. Hubo grandes esperanzas de que con ellas se produciría el fin de los viejos regímenes feudales. Marx y Engels regresaron a Alemania para unirse al levantamiento. Marx creó un diario, la Nueva Gaceta Renana [Neue Rheinische Zeitung], para intervenir en la lucha. Pero las fuerzas contrarrevolucionarias de toda Europa lograron encontrar el esacio para recuperar el aliento y lanzar una ofensiva contra estos movimientos. En todas partes la llama de la esperanza fue extinguida brutalmente. Marx y Engels fueron obligados a abandonar Alemania en 1849. El último número de la Nueva Gaceta Renana fue impreso completamente en tinta roja. Declaró, desafiantemente, que la “última palabra” de los editores “allí donde estén siempre será: emancipación de la clase obrera”.

Marx pronto habría de acostumbrarse a los largos años de esforzada lucha que seguirían a esta gran derrota.

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